Redacción Hora Cero
Una de las notas principales del portal HORACERO del jueves anterior, hace referencia a las personas que probablemente acompañen al ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, en su estancia en prisión. Entre los que se mencionan está el nombre del ex Coordinador de Comunicación Social, Alberto Silva Ramos, actualmente diputado federal.
El mismo jueves, al filo del mediodía, la Fiscalía General del Estado solicitó al Congreso Federal, el desafuero de Silva Ramos al que acusa de diversas irregularidades a su paso por dependencias como la Sedesol y la misma Coordinación de Comunicación.
Alberto figura como probable responsable de participar en empresas fantasma y desviar recursos por 4 mil millones de pesos.
Comienza su carrera
Alberto Silva era asistente de Jorge Carpizo Mc Gregor, cuando un día se topó con Fidel Herrera recién ascendido a senador de la República. “Por qué no te vienes conmigo -le dijo Fidel- me acaban de elegir senador y seré gobernador de Veracruz”. Alberto aceptó y se fue a trabajar con el nativo de Nopalpetec en la Torre del Caballito, en pleno corazón de la Ciudad de México.
Fue en las oficinas de Fidel que conoció a un regordete pero talentoso joven llamado Javier Duarte de Ochoa, que se convertiría en su amigo inseparable hasta el 12 de octubre del 2016 en que lo vio por última vez.
Como en ese tiempo el sueldo no daba para restoranes caros (eso vendría después) era frecuente verlos comer tortas en la torteria “El Caballito” de la calle de Rosales, casi a un costado del edificio viejo de la Lotería Nacional. Con ellos se juntaban otros dos jóvenes del equipo fidelista: Erick Lagos y Jorge Carvallo Delfín.
Alberto tuvo cargos de poca monta cuanto Fidel llegó a la gubernatura de Veracruz, pero su ascenso en serio comenzó cuando fue nombrado candidato a la presidencia municipal del puerto de Tuxpan, presidencia que ganó meses más tarde.
Silva Ramos recibió un municipio saqueado y endeudado y lo entregó con decenas de calles pavimentadas, pero también más saqueado y endeudado.
Se calcula que la deuda que dejó en Tuxpan superó los 300 millones de pesos. Y es que como alcalde no escatimó recursos del erario para promover su imagen, lo mismo en medios de comunicación locales que regionales, estatales y nacionales.
El candidato sencillo, conciliador y con rasgos de humildad, se trasmutó en un alcalde soberbio, ególatra, protagónico, amante de las candilejas y de mirarse mucho al espejo.
Con el pretexto de mejorar el alumbrado público del puerto y sus comunidades, Alberto solicitó un crédito por 200 millones de pesos al banco Interacciones propiedad de la familia Hank Rhon. El alumbrado iba a ser con lamparas led, más potentes y ahorradoras de energía eléctrica. Pero nunca se compró ni un foco y nadie supo donde fueron a parar esos 200 millones.
En su primer informe de labores (el 12 de diciembre del 2011) echó la casa por la ventana pues el evento se llevó a cabo en el salón más lujoso y caro de Tuxpan: el Centro de Convenciones del hotel Crown Plaza. Y ahí, delante de su amigo del alma Javier Duarte, al que le faltaban cinco años para dejar la gubernatura, Alberto soltó un discurso que quedó para la historia, pero del que quizá hoy se arrepiente.
Más duartista que Duarte
Impecablemente vestido, traje y corbata negros, camisa blanca, zapatos acharolados y pulcramente peinado, el alcalde se presentó ante sus invitados a decir, en la parte medular de su discurso:
“El duartismo es una nueva generación de gobernantes; jóvenes políticos con orden en las finanzas, con transparencia, con eficacia, con firmeza, con sentido social, con obra pública, con responsabilidad, cercanos a la gente. Creando un mejor ambiente de felicidad, dedicados a construir la confianza que nos da fe en el futuro.
“El duartismo es la unión de orden, responsabilidad financiera, obra pública y transparencia. El duartismo es gobernabilidad, civilidad y diálogo, de mano firme y manos limpias. El duartismo es construir nuestros sueños sin odios y sin rencores. El duartismo es entreverar relaciones y aprovechar la experiencia de otros. Con los brazos abiertos, Tuxpan lo abraza señor gobernador, y con usted Tuxpan abraza a la prosperidad”.
Fue al terminar su pieza de oratoria y mientras se fundía en un abrazo con Duarte de Ochoa, que se disiparon todas las dudas. Aunque era muy temprano para hablar de la sucesión en Veracruz, Alberto Silva Ramos se convirtió en el único favorito de Javier a sucederlo en el cargo. A partir de ese momento nadie le quitaría ese privilegio.
Político muy solicitado
Quizá por un extraño karma, Alberto Silva ha dejado truncos los trabajos en las dependencias que ha ocupado. De junio del 2013 a octubre del 2016 tuvo una agitada agenda.
Por principio de cuentas no terminó su periodo como alcalde. En 2013 cuando le faltaban seis meses para dejar el cargo, fue llamado por Duarte para ocupar la Sedesol estatal en la que alcanzó a cobrar apenas tres quincenas.
De ahí pasó a la Coordinación de Comunicación Social donde estuvo nueve meses antes de contender y ganar la diputación federal por Tuxpan. Como diputado estuvo unos meses en su curul antes de pedir permiso al Congreso y regresar, en octubre del 2015, a ocupar la dirigencia estatal del PRI en Veracruz.
Quizá los cuatro meses que pasó al frente del partido fueron los tiempos cumbres de su carrera política, porque más que un dirigente se convirtió en precandidato en campaña a la gubernatura, apoyado en todo momento por su amigo Javier Duarte.
Pero en enero del 2016 Héctor Yunes Landa fue destapado como candidato del tricolor y el sueño terminó.
Desilusionado, frustrado y amargado por no haber logrado la anhelada candidatura, Alberto regresó a su curul donde estuvo unas semanas. Y otra vez le habló Javier (en abril del 2016) para que se ocupara por segunda ocasión de la Coordinación de Comunicación Social.
Fue ahí donde una bomba le estalló.
El estruendo del bombazo
Para cuando Silva Ramos regresó a la Coordinación de Comunicación, el barco del duartismo comenzaba a escorar por las acusaciones de corrupción, desvío de recursos y abuso de poder, que le achacaban a Javier Duarte. Amén de la inseguridad y criminalidad, nunca vista hasta entonces, que padecía Veracruz.
Alberto recibió la orden de trabajar a favor de Héctor Yunes y a eso se abocó. Y se abocó con tanto ahínco que hizo suyo el pleito de Duarte con el candidato del PAN Miguel Ángel Yunes Linares.
Poco bastó para que los problemas entre ellos llegaran a ser más frontales. Y es que Alberto le dijo de todo a su enemigo en las redes sociales.
Se comenta que los ataques más fuertes y sucios que recibió Yunes Linares, no salieron de Palacio de Gobierno ni del PRI estatal, sino de la Coordinación de Comunicación y más concretamente de la oficina de Alberto Silva.
Cuando la campaña estaba en todo su apogeo, el portal de noticias Animal Político dio a conocer un reportaje sobre unas empresas fantasma patrocinadas por el Gobernador Duarte. Y ahí salió a relucir entre otros, el nombre de Alberto Silva.
El bombazo le estalló en la cara y ahora lo tiene muy cerca de la cárcel.
Si antes, los señalamientos de corrupción en su contra apenas se escuchaban, a partir del reportaje cobraron fuerza. Una de sus más enconadas acusadoras es la ex Coordinadora Gina Domínguez, procesada actualmente en el penal de Pacho Viejo.
Todo se perdió
Héctor Yunes perdió la gubernatura, Javier Duarte renunció, huyó y lo atraparon. Y Alberto Silva se quedó en el limbo.
Nuevamente regresó a su curul pero ya sin el protagonismo de antaño. “Priista hasta la médula de los huesos” como había presumido ser, quiso coquetear con Morena, pero con la Fiscalía General del Estado de Veracruz siguiéndole los pasos, difícilmente le darán cabida.
Para colmo, el priista Ricardo Ramírez, presidente de la Comisión Instructora del Congreso de la Unión, dijo que si la solicitud de desafuero está bien fundamentada se llegará hasta el final. Algo así como “suerte y que Dios te bendiga, Alberto”.
Con su probable desafuero, quizá se repita el karma que lo persigue desde el 2013. Ese que le ha impedido terminar sus periodos en los cargos que le han asignado.
Si, en efecto, Javier Duarte no pasará los años que le echen solo en una prisión. Lo acompañarán muchos de los que fueron sus colaboradores y amigos. Y uno de ellos es casi seguramente, Alberto Silva Ramos.