“La Patrona”

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“La Patrona”

 

Nazario Romero Díaz

Martínez de la Torre, Ver. – En la década de los sesentas se registró un acontecimiento religioso que ocupó la atención de los habitantes católicos de toda la región: se hablaba de la aparición de la Virgen de Guadalupe en una ranchería cercana a la carretera, perteneciente al municipio de Tlapacoyan.

Era la época de las tormentas eléctricas y los aguaceros torrenciales.

Y un amanecer, tras un aguacero nocturno, en una modesta vivienda donde habían almacenado varios costales de carbón, apareció la imagen de la santísima Virgen de Guadalupe.

El jefe de la casa se levantó temprano y se sintió “Juan Diego” cuando descubrió el milagro.

Ahí estaba la Virgen morena estampada en uno de los bultos de carbón.

¡Se había repetido el milagro del cerro del Tepeyac!

Entusiasmado, devoto y agradecido por ese maravilloso acontecimiento, hizo correr la noticia entre sus vecinos. Y la especie pronto cundió en la comunidad, en las rancherías vecinas y hasta en las ciudades cercanas.

En pocas horas fue notificado el sacerdote de la cabecera municipal de Tlapacoyan, que en ese entonces era don Elías Núñez Fuentes.

La noticia de la aparición de la Reina de México y Emperatriz de América se esparció en toda la región como reguero de pólvora.

Se improvisó una capilla, con su correspondiente alcancía para la captación de limosnas y donativos, junto a la imagen aparecida.

Los curiosos devotos empezaron a llegar por grupos para visitar el lugar de la aparición milagrosa.

La noticia llegó a la radio… y para allá vamos también.

Centenares de fieles católicos formaban una larga fila de caminantes desde la carretera federal hasta el lugar del milagro. Muchos vehículos transportaban a los creyentes, que llegaban en caravana.

Decenas de procesiones se concentraban en la casa donde ocurrió el milagro guadalupano.

Los donativos y limosnas fluyeron abundantemente, ya que la feligresía estaba convencida de la autenticidad de la aparición.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y la gente acudía por centenares.

Día y noche, las procesiones de feligreses guadalupanos llegaban al lugar y permanecían largas horas venerando a la Virgen aparecida.

De todas las parroquias de la región llegaban romerías, principalmente mujeres, para conocer el milagro del nuevo Tepeyac.

Se tejieron entonces muchas versiones sobre el hogar iluminado con la aparición de la Virgen de Guadalupe.

Hasta el Obispo de la diócesis de Papantla viajó de Teziutlán a Tlapacoyan para conocer de cerca el milagro.

El lugar estaba llamado, de manera divina, para convertirse en el moderno Tepeyac.

Había propuestas y proyectos para construir en esa comunidad un complejo religioso casi de la talla de la Basílica de Guadalupe.

Tlapacoyan estaba a punto de convertirse en un centro ceremonial religioso de gran importancia nacional, pues el dinero fluiría para construir un gigantesco templo guadalupano por la aparición de la Virgen morena.

La grey católica de la región estaba convencida del milagro. La estampa era auténtica ante los ojos de los creyentes.

El señor Obispo pidió a las autoridades católicas de la ciudad de México el envío de investigadores expertos, especializados en las cuestiones religiosas.

Al poco tiempo, la petición del prelado tuvo respuesta con la llegada de los técnicos investigadores históricos de la mitra católica.

En cuestión de minutos hicieron que toda la feligresía conociera la realidad del supuesto milagro.

No había ninguna aparición de la Virgen de Guadalupe.

Se comprobó que el viejo costal de carbón pertenecía a la fábrica de aceite “Patrona”, que utilizaba costales de “yute” como envases para el transporte de sus productos y en ellos imprimía la imagen Guadalupana: “La Patrona”.

Como uno de esos costales era utilizado para el carbón, estaba totalmente negro por el polvo y el tizne, y con el agua de la lluvia se despintó, apareciendo la imagen impresa que servía de propaganda de la marca de aceites y jabones “Patrona”.

Así comprobaron que no había tal aparición milagrosa.

Los creyentes se desalentaron. Las alcancías y los donativos cesaron y todo se acabó.

Las ilusiones quedaron perdidas ante la realidad del hecho, y la ranchería tlapacoyense volvió a la normalidad. El frustrado Juan Diego retornó a su trabajo habitual, triste porque no se la apareció la Virgen.

Las personas mayores recuerdan también otra aparición de la Virgen ocurrida en un árbol de “chaca” en las orillas del pueblo, allá por la avenida 5 de Febrero de Martínez de la Torre, muy cerca de la escuela secundaria José María Mata.

En una humilde vivienda con patio grande, como eran antes los solares, fue descubierta una imagen parecida a la Virgen de Guadalupe.

La noticia cundió, y muchos feligreses fueron atraídos por la curiosidad y la fe, para pedirle milagros a la virgen.

Cientos de personas, hombres y mujeres, acudían a la Virgen de “la chaca” para llevar donativos y limosnas, pues ya se sabe que nunca faltan donantes, ni receptores, de las limosnas cuando se trata de actos religiosos.

Flores, cirios, veladoras y escritos con peticiones de milagros a la Virgen, llegaban por centenares a la “chaca”. Hasta prendas de oro dejaban los creyentes para la Virgen de Guadalupe.

Con tanta veladora prendida cerca de la “chaca”, ésta se secó y se quemó, y de esa manera se acabó el negocio.

Así llegó a su fin el mito de la aparición de la Virgen de Guadalupe en la “chaca”, de la familia Uribe.

 


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