Martínez de la Torre y el legado de José María Mata

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Nazario Romero Díaz

 

Uno de los primeros educadores que tuvo Martínez de la Torre, desde antes de su elevación a la categoría de municipio libre, fue el profesor José María Fierro, quien forjó muchas generaciones de niños de aquellos tiempos, pero solo a nivel primaria elemental en la población rural que apenas alcanzaba el cuarto año.

Este ameritado mentor, que fue el primer director y fundador de la escuela primaria Patria, era enérgico con sus alumnos y cobró fama por los excesivos castigos que imponía a los educandos, ya que el lema de los maestros de su tiempo era el de “la letra con sangre entra”.

Antes, los maestros eran personajes importantes en éste y todos los pueblos.

Fungían como consultores y guías morales de los ayuntamientos, cuyos alcaldes, síndicos y regidores en varios casos eran personas iletradas, más audaces y expertos para el rancho, la parcela, el machete y el azadón, que para tomar decisiones importantes para la colectividad.

Lo atractivo de la Presidencia Municipal no eran los recursos económicos que manejaban, como es ahora, sino la oportunidad de convertirse en el primer ciudadano del municipio y ser invitado de honor en todas la fiestas, y eventos sociales, como quince años, bodas, aniversarios, bautizos, actos de fin de cursos, y en general a todas la pachangas de la jurisdicción municipal.

Al igual que ahora, la presencia del alcalde honraba y distinguía a los organizadores, que lo colmaban de atenciones y lo hacían disfrutar de las mejores viandas y vinos.

Las damas más hermosas y simpáticas del pueblo se encargaban de atender al señor presidente municipal, que llegaba rodeado de sus aduladores.

Esa era la única satisfacción del alcalde, pues en lo que toca el dinero, éste no lo había en la arcas de la tesorería, ya que los ingresos apenas alcanzaban para pagar a la policía y a los empleados.

En ese tiempo los salarios de los maestros de las dos únicas escuelas que había, los pagaba don José María Mata, hasta después de su muerte, pues dejó un importante legado para tal fin.

Los primeros presidentes municipales que tuvo Martínez de la Torre solo acudían al palacio los fines de semana, a diferencia de ahora que los fines de semana se ausentan.

Como no había nada que hacer, se iban a sus ranchos a trabajar en las actividades agrícolas.

Y como no había ingresos suficientes, tampoco había obras.

Así don Cristóbal Melgarejo, quien fue alcalde de Martínez de la Torre, hizo en su administración la capilla del panteón municipal, la cual se conserva en la actualidad sin que haya experimentado ninguna mejora, pese a que tiene ya más de cien años funcionar como “Descanso”, almacén de herramientas y “oficina”, pues ya no funciona como capilla.

Antes de don Cristóbal Melgarejo fue presidente municipal el señor José María Barrientos. La obra cumbre de este alcalde fue la construcción de los lavaderos públicos que se ubicaban en la antigua “Concha” que existía al final de la avenida Ignacio de la Llave, donde hoy se asienta la colonia Constitución.

Como ya dijimos “La Concha” o “La Noria” era y es un generoso venero de agua pura y cristalina que brota de entre las rocas de un rio subterráneo.

Con el tiempo y con el avance de la pavimentación y urbanización, ese venero fue taponado, pero por abajo del concreto sigue corriendo y sonando el agua de ese venero que fue popular y concurrido desde que Martínez de la Torre era Paso de Novillos.

Como muchas mujeres trabajaban lavando ropa ajena, acudían a la “Concha” a desempeñar su trabajo y ganarse la vida. Por ello el ayuntamiento les construyó el “lavadero público” para que no se asolearan.

Por su parte don José María Mata, dueño que fue de la finca ganadera y agrícola “La Providencia”, fue también alcalde de Martínez de la torre.

Como presidente municipal, el general José María Mata construyó la barda del panteón municipal que se ubicaba en los terrenos que actualmente ocupa la colonia Yucatán.

Pero durante una inundación del Bobos, registrada a finales del siglo XIX, la barda fue derribada por la impetuosa corriente que arrastró incluso con centenares de tumbas y restos de los difuntos que habían sido sepultados.

Esa inundación espantosa motivó que posteriormente se fundara el actual panteón en terrenos de “Las Lomas”, los cuales fueron donados para ese fin por don Cristóbal Melgarejo Méndez, persona altruista y generosa cuyo nombre quedó perpetuado en la capilla de que hablamos anteriormente, en cuyo frente luce una placa que fue colocada en 1907.

Como ya se sabe, el general José María Mata fue uno de los promotores de la municipalización de Martínez de la Torre, pueblo al que siempre tuvo gran cariño.

 

El legado de José María Mata

A su muerte se conoció el testamento que en vida firmó para dejar una estimable herencia a la población.

Dejó su casa grande de dos plantas (ya demolida) que había construido frente al parque que lleva su nombre y cedió para escuelas dos edificios; uno para niñas ubicado en la avenida Melchor Ocampo, que desde 1888 llevó el nombre de “Josefina Ocampo, (y que le cambiaron las olvidadizas autoridades y el pueblo para imponerle el nombre de “Prof. Trinidad González Vera”).

El otro edificio lo heredó para escuela para niños y se ubicaba en la esquina sureste del parque; llevaba el nombre de su hija, Josefina Mata Ocampo.

Con estos donativos al pueblo de Martínez de la Torre, don José María Mata hizo otros dos legados:

Del producto de la venta de la finca La Concordia, que fue de su propiedad, y que fue adquirida por don Juan Welsh, dejó dos mil pesos al cinco por ciento de interés anual, aplicado en beneficio de la escuela Josefina Ocampo.

Y de la venta de los terrenos de la finca “Plan de Limón”, que también fue de su propiedad, dejó 1,800 pesos al 4 por ciento anual a beneficio de la escuela “Josefina Mata Ocampo”.

Sin embargo, a partir de 1934 se borraron las partidas en el presupuesto de ingresos del ayuntamiento, según nos cuenta el profesor José María Fierro, en un artículo periodístico publicado en una revista en 1940.

Se supone que los alcaldes extraviaron los documentos, ya que a partir del año citado, las escuelas dejaron de percibir esos apoyos, según dijo el maestro Fierro.

Los que supieron de los movimientos irregulares de quienes se aprovecharon del legado de don José María Mata, se quedaron callados y no denunciaron esos actos que ahora llaman desvíos.

Lo cierto es que las dos escuelas también fueron desaparecidas.

El edificio del parque, que era escuelas de niños, fue demolido para la ampliación del mismo. Y el edificio de la avenida Melchor Ocampo se volvió escuela particular “Manuel Ávila Camacho”. Luego la convirtieron en Escuela de Enfermería; después en Casa de Cultura; más tarde, en oficinas para dependencias del Gobierno Municipal y finalmente otra vez, Casa de Cultura.

 


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