- El ejercicio responsable de la autonomía es esencial en la auto
realización plena de los estudiantes. - Recrea un ambiente de normas, libertad intelectual, respeto,
crecimiento personal y solidaridad. - Así, el estudiante aprende a ser constructor de nuevas realidades.
“La enseñanza hace mucho pero la estimulación hace todo”
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)
Víctor A. Arredondo
Hace más de dos siglos, el científico, novelista, dramaturgo y poeta alemán Goethe,
al igual que otros pensadores iluminados de la historia, concluyó que la juventud
prefiere ser estimulada que instruida. Tal premisa no subestima la importancia de
adquirir nuevos conocimientos, destrezas y actitudes sino que enfatiza el medio más
eficaz para preservar y optimizar la virtud del auto aprendizaje a lo largo de la vida.
El secreto está en que la estimulación externa usada en las etapas iniciales de la
ilustración despierte el placer intrínseco que produce explorar el mundo de las ideas.
Lo mismo sucede con la apropiación de normas sociales; el punto clave de la
educación y de la cultura es favorecer la transición del individuo del control externo
hacia la auto regulación, hacia el crecimiento pleno, el disfrute de lo estético y del
orden social. Por ello, una sociedad cuyas instituciones recurren patética y
exageradamente a multiplicar leyes y regulaciones restrictivas, a construir sistemas
coercitivos y punitivos, evidencia sus fallas en la promoción del comportamiento
racional y auto regulado de cada quien.
No son casuales los índices delictivos, de ilegalidad e impunidad que padece
nuestro país en múltiples ámbitos y sectores. La razón es que, ante la debacle en
la civilidad, la legitimidad y el pudor, los políticos se han inclinado por asegurar más
ejército en las calles, más armas para las autoridades, más leyes que no se
respetan, más vigilancia y espionaje, más castigos y, peor aún, la normalización del
desorden, la corrupción y la fatalidad en la vida cotidiana pues se asumen como
hechos inevitables, “ya que son parte de nuestra cultura”.
Ese enfoque pierde de vista lo esencial: necesitamos más y mejor educación, tanto escolarizada como la que va dirigida a la población abierta. Y eso significa un auténtico esfuerzo generacional dirigido a rescatar las virtudes de la integralidad, los valores
universales y nuestras tradiciones y cosmovisión ancestral que privilegia la armonía
entre la gente y la naturaleza.
Regresando al pensamiento de Goethe, él dejó claro que el disfrute que produce la
adquisición de nuevo conocimiento acrecienta el deseo y la confianza en uno mismo
(ahora definida como auto estima) con el fin de aplicarlo en el logro de aspiraciones
personales y colectivas (cualidad hoy conocida como auto eficacia).
Goethe afirmaba también que en el perseverante camino hacia el logro de metas
trascendentes, el individuo puede aprender sobre sí mismo y obtener placer por los
resultados del esfuerzo desplegado; pero que cuando ese camino se conecta con
la naturaleza, el individuo se acerca a la plenitud. Bajo esa lógica, reiterada por
pensadores milenarios, ¿Cuál debiera ser el papel de las universidades autónomas?
¿Cómo deberían estimular al estudiante para que, a partir del contraste de ideas y
la asimilación de valores, se empodere hasta convertirse en dueño de su destino y
en protagonista de su generación?
Desde el inicio y a lo largo de sus primeras etapas de vida autónoma, la Universidad
Veracruzana sacó provecho de su soberanía institucional para crear condiciones
concretas que estimularan el desarrollo integral de los miembros de su comunidad.
Para ese propósito, se utilizó una estrategia que produjera un impacto horizontal en
todas sus regiones. Las siete unidades de sistemas bibliográficos e informáticos (USBIs) que se construyeron para albergar acervos convencionales y digitales, centros para el aprendizaje individualizado de idiomas, salas de video conferencias y acceso a internet en todas las instalaciones universitarias, fueron un modelo pionero de innovación en el sistema universitario nacional.
A ello se agregaron instalaciones deportivas y amplias áreas verdes, programas culturales y de extensionismo comunitario que mantuvieron a la UV como centro de atracción
nacional e internacional.
A lo anterior se añadiría un esfuerzo institucional igualmente encomiable, poner el
acento de la gestión universitaria en nuestros estudiantes, tejiendo desde las bases de la academia un modelo curricular integral y flexible, que como ya lo han señalado otros colegas, ofrecería las bases para el autoestudio de por vida, el acceso a herramientas digitales y a otros idiomas, la introducción al contexto social prevaleciente, a la profundización disciplinaria y a su relación con otras áreas del conocimiento.
Todo ello con la finalidad de que los estudiantes delinearan, con apoyo de su tutor, aquellas rutas que les permitieran profundizar sobre temas puntuales de interés en su formación y/o acceder a empleos emergentes.
Como cualquier otro arreglo institucional, se entiende que el modelo integral y flexible es perfectible. Sin embargo, la pérdida de interés de los actuales funcionarios de rectoría en una mística institucional que priorizó a los estudiantes como el centro del esfuerzo universitario y al personal como un aliado crucial en esa encomiable labor, ha conducido a que un segmento del personal sindicalizado haya impuesto reglamentaciones restrictivas a los estudiantes. Y todo, por su comodidad y beneficio personal.
Es insólito que se les esté permitiendo demoler la flexibilidad y la integralidad curricular, de importancia estratégica para los egresados que ejercitarán su profesión durante los próximos decenios del siglo XXI. Es así como, a manera de distribución de parcelas que garantizan horas de carga docente, se pretenda regresar a los rígidos e inútiles planes de estudio típicos del siglo pasado, cargados de clases y discursos obsoletos, autoritarismo intelectual y memorización de información irrelevante.
A ese grave hecho se añade la inclusión de personal sindicalizado en los consejos técnicos y juntas académicas donde la preocupación esencial son los asuntos laborales y no la innovación institucional. ¡Qué tiempos tan distintos cuando el FESAPAUV fue aliado protagonista de la academia de la UV para lograr aplicar en toda la UV el modelo flexible, una innovación que fue insignia de innovación curricular en el sistema universitario del país! Lamentablemente, ese no es el único ámbito universitario donde se ha venido imponiendo una burocracia empobrecedora que obstaculiza el impacto social de las otras funciones, la investigación, la difusión cultural y el extensionismo.
Nuestra universidad había logrado avanzar en el tránsito hacia la descentralización de
decisiones y el ejercicio presupuestal en cada entidad académica y dependencia administrativa bajo la orientación del plan institucional, su correspondiente programa anual de trabajo y del compromiso por la rendición transparente de cuentas y la responsabilidad social.
Ahora, prevalece una administración centralista que se rige a conveniencia, que no ha respetado la Ley Orgánica y la Ley de Autonomía en la pretensión fallida de prorrogar el término actual de cuatro años de la rectoría. Ese despropósito se asociación una tendencia que parece consolidar una burocracia asfixiante de lo académico y de la pluralidad, represora de la libre circulación de ideas y opiniones; pero lo peor, que se ha empeñado en secuestrar a la máxima casa de estudios de Veracruz.
Ahora son tiempos de decisión, actuemos para proyectar a la Universidad Veracruzana como lo que puede ser: una institución emblemática que forme individuos que sean dueños de su propio destino, que construya realizaciones con la fuerza de sus aliados y con la mira puesta en un futuro promisorio para todos.


