Desarrollo rural y reconversión agrícola / Hora cero

Hora cero

Desarrollo rural y reconversión agrícola

Luis Alberto Romero

En medio de un escenario nacional donde los retos del campo se multiplican —desde el cambio climático hasta la volatilidad de los precios internacionales de los granos—, resulta alentador conocer iniciativas que apuestan por la reconversión agrícola como herramienta de transformación social y económica.

Es el caso de Altosano Granjas Carroll, empresa que en comunidades de Puebla y Veracruz ha impulsado un proyecto que combina innovación, sostenibilidad y acompañamiento directo a los productores. Con una inversión de 500 mil pesos, la empresa porcícola apoyó a 300 agricultores con insumos, semilla mejorada y asesoría técnica especializada.

El resultado fue la siembra de cultivos como alfalfa, avena, cebada, frijol y frijol ayocote en parcelas de una hectárea y media, generando mejores rendimientos que los obtenidos en el tradicional monocultivo del maíz.

Los números no mienten: hasta 2.3 toneladas de cebada por hectárea; entre 10 y 14 toneladas de alfalfa seca al año; y más de una tonelada de frijol de temporal. Estos datos reflejan que la diversificación agrícola no es un sueño imposible, sino una alternativa tangible para mejorar la calidad de vida en el campo.

El beneficio económico es claro: mayores ingresos para las familias campesinas. Sin embargo, el impacto va más allá del bolsillo. La estrategia de diversificación contribuye a la seguridad alimentaria regional, al garantizar la producción de granos y leguminosas distintos al maíz, que hasta ahora ha sido el eje de la dieta y del sistema productivo.

Ampliar el abanico de cultivos significa también ampliar las oportunidades de alimentación, reducir la dependencia de un solo producto y blindar a las comunidades ante crisis de mercado o plagas.

Desde una perspectiva ambiental, la reconversión agrícola también es un paso en la dirección correcta. La rotación de cultivos mejora la calidad de los suelos, evita la erosión y disminuye la necesidad de agroquímicos, abriendo la puerta a prácticas más sostenibles. Frente al dilema del deterioro de los ecosistemas, iniciativas como la de Granjas Carroll representan pequeñas victorias que pueden multiplicarse si se consolidan políticas públicas que las acompañen.

El problema para el campo es que sigue dependiendo, en muchos casos, de la buena voluntad del sector privado o de programas temporales, pero si el objetivo es un sector productivo, competitivo y sostenible, es necesario que la reconversión agrícola deje de ser un proyecto aislado y se convierta en política pública prioritaria.

El futuro del campo no puede seguir atado a la inercia del monocultivo. La experiencia en Puebla y Veracruz muestra que, con inversión, acompañamiento técnico y organización comunitaria, es posible sembrar no solo alfalfa o cebada, sino esperanza. Una semilla sembrada hoy puede significar mañana una mesa más nutrida, un suelo más fértil y una comunidad más fuerte. El reto está en escalar este modelo y hacerlo parte de una estrategia nacional.

@luisromero85