Hora cero
La solidaridad ante el desastre
Luis Alberto Romero
Las lluvias extremas que azotaron la zona norte de Veracruz el pasado 8 de octubre dejaron una huella dolorosa: 40 municipios afectados, 22 de ellos con daños graves en viviendas, caminos y servicios básicos; 73 interrupciones en caminos y afectaciones en 90 kilómetros de carreteras federales; lo peor: 29 personas fallecidas y 18 aún desaparecidas.
El dato técnico más frío —280 milímetros de precipitación en pocas horas— apenas alcanza a dimensionar la magnitud del desastre. Pero frente a la tragedia, una vez más, surgió lo que distingue al pueblo veracruzano: su enorme solidaridad.
En cuestión de horas, escuelas, parques, oficinas y espacios públicos de todo el estado se han transformado en centros de acopio. Niños, jóvenes, familias enteras, empresarios y servidores públicos comenzaron a reunir víveres, agua, medicinas y ropa para los damnificados.
Esa respuesta espontánea refleja la esencia de una sociedad que no espera a que llegue la ayuda institucional para tender la mano a quien más lo necesita.
Mientras los gobiernos Federal de Estatal (los ayuntamientos se han visto rebasados) trabajan de manera coordinada -con el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y Protección Civil en labores de rescate y auxilio-, la población veracruzana ha demostrado que la unión social es un componente esencial en cualquier estrategia de recuperación.
Esas muestras de solidaridad se han observado también en los sismos que en 1985 y 2017 provocaron enormes pérdidas humanas y materiales en la Ciudad de México; y en las inundaciones de 1995 y 1999, también en la zona norte de Veracruz -Martínez de la Torre, Tecolutla y Gutiérrez Zamora-.
Ningún plan de emergencia puede tener éxito sin el acompañamiento ciudadano.
Las tragedias, aunque dolorosas, también son oportunidades para reconstruir no solo caminos y viviendas, sino también el tejido humano que nos une.
La solidaridad no se mide en toneladas de ayuda, sino en el sentido de comunidad que despierta. Veracruz vuelve a dar ejemplo de ello. En cada centro de acopio, en cada voluntario que carga una caja o cocina para los brigadistas, hay una muestra de que la fuerza del estado no está solo en su riqueza natural, sino en la calidad de su gente.
Cuando el agua retroceda y las comunidades empiecen a levantarse, quedará claro que lo más valioso que dejó esta tragedia fue la lección de unidad. Porque ante los desastres naturales, los veracruzanos no se vencen, se organizan, se ayudan y vuelven a empezar.
Lamentablemente, a pesar la arraigada cultura de protección civil y de las lecciones que ha dado la naturaleza a los veracruzanos con huracanes e inundaciones, nunca se está lo suficientemente preparado para enfrentar un desastre como el ocurrido en la zona norte de Veracruz.
@luisromero85