Hora cero
PRI, entre la irrelevancia y el riesgo de extinción
Luis Alberto Romero
Mientras la atención pública se concentra en los grandes temas nacionales —la relación con Estados Unidos, las reformas que avanzan en el Congreso de la Unión, el escándalo del “huachicol fiscal” y los efectos devastadores de las inundaciones en estados como Veracruz, Puebla, Hidalgo y San Luis Potosí—, la vida interna de los partidos políticos ha pasado a un segundo plano.
En el escenario político, el Partido Revolucionario Institucional vive su crisis más profunda, una que amenaza con borrarlo del mapa de Veracruz y del país.
El otrora “partidazo” que gobernó México durante más de siete décadas atraviesa una caída libre que parece no tener fin.
Con la renuncia del senador Néstor Carrillo en agosto pasado, el PRI redujo su bancada en el Senado a apenas 13 escaños. En la Cámara de Diputados, conserva solo 37 curules, suficientes para mantener una presencia simbólica, pero insuficientes para incidir en las decisiones legislativas.
En Veracruz, la situación es aún más crítica. En el Congreso local, el tricolor cuenta apenas con dos diputados, y a partir de 2026 administrará solo 23 municipios, la mayoría de ellos sin peso electoral relevante. Las únicas excepciones —Orizaba, Cosoleacaque y Perote— apenas sirven como consuelo para un partido que en menos de una década pasó de ser la primera fuerza estatal a ocupar el quinto lugar en preferencia electoral, detrás de Morena, Movimiento Ciudadano, el PAN y el PT.
Los números confirman el colapso: en las elecciones municipales de 2025, el PRI apenas obtuvo el 11.1% de la votación total, su peor resultado histórico. Sin liderazgos sólidos, con estructuras desmanteladas y sin una narrativa política que conecte con las nuevas generaciones, el tricolor enfrenta un panorama que raya en la desaparición.
El horizonte de 2027 no ofrece mejores perspectivas. Si se concreta una alianza entre Movimiento Ciudadano y Acción Nacional, y persiste la coalición Morena-PVEM-PT, el PRI quedaría aislado, sin socios electorales, sin discurso y sin base social. En ese escenario, podría aspirar apenas a una o dos diputaciones plurinominales en Veracruz, o incluso correr el riesgo de perder su registro estatal, algo impensable hace apenas diez años, cuando aún gobernaba el territorio veracruzano y buena parte de los municipios.
La historia política de Veracruz es inseparable del PRI, pero la realidad actual muestra un partido sin identidad ni propósito. El desgaste moral, las fracturas internas y la falta de renovación han convertido al tricolor en una fuerza marginal que sobrevive más por inercia que por convicción.
La política, como la naturaleza, no admite vacíos. En el espacio que el PRI ha dejado, otras fuerzas han encontrado terreno fértil para crecer; es el caso, por ejemplo, del partido naranja y del albiazul.
El problema para el partido no es menor: si no se reinventa a fondo —con nuevas ideas, liderazgos y una conexión real con la sociedad—, pasará de ser una leyenda del pasado a una nota al pie en los libros de historia, porque en política, como en la vida, quien no evoluciona, desaparece.
@luisromero85