Huerto del centro Ecodiálogo UV siembra comunidad

Redacción Hora Cero

La Universidad Veracruzana (UV), a través del Centro de Ecoalfabetización y Diálogo de Saberes (Ecodiálogo), fomenta, tanto en su comunidad como en la sociedad en general, la experiencia de cultivar un huerto comunitario, generando así un sentido de pertenencia compartido que retoma saberes ancestrales y está abierto al trabajo voluntario. 

Todos los lunes, alrededor de las ocho y media de la mañana, un grupo de personas de diversos orígenes y edades se reúnen en el terreno donde está ubicado Ecodiálogo, detrás de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de Xalapa, en donde realizan distintas labores relacionadas con el cultivo, unidas por el gusto de trabajar la tierra, sembrar, cuidar y cosechar los productos para posteriormente compartirlos y consumirlos. 

En esta labor colaboran tanto integrantes de la comunidad universitaria como egresados y voluntarios, algunos de ellos con más de cinco años, quienes cuidan y mantienen este huerto donde se producen chiles jalapeños, camote, rábanos, betabel, frambuesa, tomate, pápalo, entre otros. 

Algunos de los involucrados compartieron para Universo sus experiencias y sentimientos de colaborar en este esfuerzo comunitario que involucra el diálogo de saberes fomentado por la institución y por el centro de enseñanza. 

Sembrar para compartir: la vida entre la tierra y la comunidad 

Desde 2009, Jorge García Ortiz, trabajador de apoyo en la UV, ha hecho del huerto universitario mucho más que un espacio de cultivo: un lugar de aprendizaje, comunidad y memoria. Su labor cotidiana consiste en mantener el huerto y apoyar tanto a maestros como a generaciones de estudiantes que llegan al centro universitario. 

Cada lunes coordina las jornadas de trabajo con los alumnos, algunos de ellos provienen de familias campesinas y conocen las labores del campo; otros, en cambio, toman por primera vez una pala o un machete. 

Con paciencia él les enseña a preparar la tierra, afilar herramientas, abonar y compostear, recordándoles que “la tierra también se cansa y hay que ayudarla”. 

El huerto, explicó, no busca el negocio sino el autoconsumo y la convivencia; lo que se cosecha se comparte entre todos “para comer natural y trabajar en grupo”. 

Más que una rutina agrícola, la experiencia se convierte en una metáfora de vida: sembrar, cuidar y esperar el fruto como resultado del esfuerzo colectivo. 

Jorge García comparte su gusto por observar la evolución de los universitarios, quienes al inicio del semestre ven solo tierra seca y semanas después una hoja, un tallo, una planta que crece. Esa transformación también ocurre dentro de ellos, dijo, porque el contacto con la tierra despierta algo esencial: “la memoria de jugar en el barro, la conexión con lo natural y el valor de trabajar juntos”. 

Esa experiencia es muy bonita porque al final de la faena, a eso de las diez y media, todos comparten los alimentos. Para él, ese momento resume todo: el trabajo, la armonía, la conversación y el sentido profundo de comunidad: “Somos de la tierra y en la tierra vamos a quedar siempre, como una semilla”. 

 

Ana Reyes, egresada de Administración, disfruta de hacer labor en el huerto ecológico

 

Venir a sembrar calma por medio del trabajo voluntario 

Desde hace cuatro años, Ana Reyes participa como voluntaria en el huerto. Llegó buscando un espacio donde pudiera tener contacto con la tierra, ya que en el lugar donde vive no hay áreas para sembrar y fue aquí donde encontró una comunidad diversa que trabaja cada lunes en tareas de cultivo y mantenimiento. 

Las actividades se realizan en grupo: algunos riegan, otros deshierban o siembran. La egresada de la Licenciatura en Administración de Empresas compartió que lo más valioso es la convivencia entre personas de distintas profesiones —administradores, abogados, artistas o antropólogos— que comparten el interés por aprender sobre agricultura y sostenibilidad. 

Mencionó con aprecio la enseñanza de Arturo García, agrónomo y colaborador de Ecodiálogo, que los guio en el manejo del huerto y cuyo legado continúa en las prácticas que dejó, como el uso de plantas que protegen los cultivos. 

Para ella el huerto funciona como una terapia, ya que durante las jornadas los participantes conversan, comparten experiencias y, en los momentos de silencio, reflexionan. Expresó que el trabajo con la tierra le permite desconectarse del ritmo urbano y encontrar equilibrio. 

Al final de las sesiones, el grupo comparte alimentos preparados con lo que cosechan: camotes o el atole de cempasúchil y otras siembras de temporada. 

Recalcó también la diferencia entre esos productos y los comprados en el mercado: los sabores son más intensos y frescos. 

“El huerto no requiere conocimientos previos”, explicó, “solo hay que dejarse guiar por la tierra y aprender de ella”. 

 

Irán Soto es voluntaria desde hace ocho años en el huerto ecológico y destacó su importancia en la salud de las personas

 

Hacer tierra es también hacer salud desde el huerto 

Irán Soto participa desde hace ocho años en el huerto y llegó como voluntaria; actualmente colabora dentro del proyecto “Unidad de salud colectiva integrativa” del mismo centro, que promueve la relación entre salud comunitaria y contacto con la tierra. 

Relató que cada lunes, el grupo inicia con un círculo de la palabra para definir las tareas según la temporada y las necesidades del huerto. Siguen un calendario cósmico que guía las siembras y cosechas, por lo que estas actividades son parte de una visión de bienestar integral: “hacer tierra” como forma de conectar el cuerpo con la naturaleza y los alimentos. 

Con el paso del tiempo ha observado la transformación de quienes participan por primera vez ya que muchos estudiantes descubren con sorpresa los procesos naturales del cultivo: la flor del frijol, del betabel o de la calabaza. Para ella, ese asombro refleja una conexión esencial con la vida y la curiosidad por el entorno. 

El grupo comparte los frutos del trabajo colectivo: cocinan con lo cosechado, reparten los alimentos y fortalecen los lazos de convivencia. “Para que la salud sea sustentable, todos debemos acompañarnos; nadie debe quedarse atrás”, señaló. 

El huerto, añadió, “es una oportunidad para aprender de la tierra y practicar una forma de vida más saludable y comunitaria”. 

Quienes deseen participar de esta experiencia pueden contactar a la Unidad de Salud Colectiva Integrativa a través de su página en Facebook (https://www.facebook.com/unidadsaludintegrativa/?locale=es_LA) donde informan sobre las actividades que realizan.