Juan David Castilla
Rediseñar una ciudad partiendo de lo que muchos considerarían imposible, plantar árboles directamente sobre el asfalto, es hoy una realidad en Valle de Santiago, Guanajuato, lo que podría replicarse en otras entidades, como Veracruz.
A través de REVIVE A.C., en una alianza estratégica con la organización Canopea y bajo el impulso decidido del arquitecto Antonio Silva, exdirector del IMPLAN local, se ha logrado consolidar un hito en la implementación de infraestructura verde que desafía los paradigmas tradicionales del diseño vial.
El punto de partida de esta iniciativa fue un diagnóstico contundente que revelaba las carencias comunes de muchas ciudades mexicanas: banquetas sumamente estrechas y calles diseñadas bajo una lógica exclusiva para el automóvil, lo que dejaba prácticamente nulo el espacio para la vegetación.
Ante este escenario, la solución convencional habría sido plantar árboles únicamente en los pocos sitios disponibles; sin embargo, el equipo decidió apostar por una propuesta disruptiva: arrebatarle espacio al arroyo vehicular para entregárselo a la naturaleza.
Este cambio de visión, que inicialmente parecía difícil de ejecutar, fue posible gracias a la apertura y visión del gobierno municipal, así como a una gestión técnica impecable que permitió redistribuir el espacio urbano.
El resultado es tangible y transformador, pues la ciudad ha comenzado a plantar árboles directamente en las calles, priorizando la creación de sombra, el fomento de la biodiversidad y el bienestar ciudadano por encima del flujo motorizado.
Este logro representa la culminación de un esfuerzo colaborativo donde un municipio se atrevió a innovar, respaldado por la visión urbana de Canopea y el acompañamiento de REVIVE en procesos de cambio regenerativo.
El proceso completo y el registro municipal de esta transformación pueden consultarse de manera pública, sirviendo como testimonio de que, cuando las ciudades deciden priorizar la vida, la naturaleza encuentra su lugar incluso en los entornos más áridos.
Con este proyecto, se demuestra que la infraestructura urbana puede ser resiliente y viva, marcando una hoja de ruta para otros municipios que deseen transformar su espacio público.
La experiencia en Valle de Santiago deja una lección fundamental: la adaptación al cambio climático no es un proceso que ocurra de forma aislada, sino que requiere de voluntad política, soporte técnico especializado y la valentía de imaginar una ciudad donde el asfalto deje de ser una barrera para la vida.



