Por Miguel Angel Cristiani G. / Bitácora política
En pleno corazón de Xalapa, la capital de Veracruz, la Plazuela del Carbón ha sido testigo durante décadas de la transformación social, económica y cultural de la región. En sus primeros días, cuando la modernidad aún no arribaba con la voracidad de los grandes centros comerciales, este rincón del Barrio de Xalitic era el alma de la ciudad, el punto de convergencia entre los xalapeños y las comunidades vecinas. Hoy, en ese mismo espacio, persiste uno de los pocos vestigios de una tradición que ha desafiado los vaivenes del tiempo.
La Botica San Francisco de Asís, un pequeño pero invaluable refugio del conocimiento medicinal ancestral, fundada por el Don Pascual Vega Leal, ahora se localiza en el cafetalero y pueblo mágico de Coatepec..
La historia de Don Pascual no es solo la de un hombre de 86 años que ha dedicado su vida a la preparación de remedios naturales; es la de un legado familiar que abarca generaciones, una narrativa profundamente enraizada en la historia de Xalapa y Coatepec. La sabiduría de la botica se transmite en su familia como una tradición que no se limita a la simple fabricación de elixires y jarabes, sino que tiene la fuerza de mantener vivas las raíces de un conocimiento ancestral que, por más que lo intente el discurso de la modernidad, sigue siendo efectiva y vital para muchos.
Desde que era joven, Don Pascual comenzó su andadura en el mundo de la medicina tradicional junto a su tío, un boticario reconocido en Coatepec. Como es costumbre en estos oficios, la transmisión del conocimiento no fue sencilla ni rápida. La vida de los boticarios era —y aún lo es— una maratón de esfuerzo, en donde la práctica supera la teoría, y las recetas se aprenden no solo con el intelecto, sino con las manos.
Sin lugar a dudas el maestro que le transmitió todos sus conocimiento fue don Panchito Reyes, quien no solo le enseñó nuevas fórmulas, sino que le transmitió el secreto de la paciencia y la dedicación que caracterizan a estos oficios. Luego Don Pascual pudo emprender el viaje hacia la capital de la República, donde trabajó en una botica que, irónicamente, se desplomó durante el terremoto que azotó la ciudad en 1985. Un golpe de suerte que no fue tal, ya que le permitió sumergirse en la sabiduría de otro experimentado boticario,
Regresó a Coatepec, donde, con el mismo empeño con el que había aprendido, decidió ahora enseñar a su sobrino Carlos las fórmulas que atesoraba. La tradición de la botica continuó, y lo que en su momento parecía una pequeña tienda de remedios, se fue consolidando como un espacio de confianza, no solo para los xalapeños, sino para toda la región.
A lo largo de los años, la Botica San Francisco de Asís ubicada en la esquina de Arteaga no 133 con Independencia, se convirtió en un refugio para quienes buscan remedios naturales y eficaces para una amplia gama de problemas de salud. Aceites para masajes, jarabe de ropa mora, analgésicos, lociones astringentes, antiinflamatorios, y hasta productos para el cuidado de la piel y la caída del pelo, continúan siendo preparados por el sobrino de Don Pascual con una receta que no ha cambiado, con un ritmo que sigue los pasos del tiempo, sin apresurarse ni ceder a la prisa de la modernidad.
Sin embargo, este pequeño santuario de salud está enfrentando los mismos retos que la ciudad en su conjunto. La transformación urbana y económica de sus alrededores, el avance imparable de los centros comerciales, la masificación de las soluciones farmacológicas industriales, han puesto en jaque la supervivencia de los pequeños comercios tradicionales. La labor de Don Pascual y sus herederos no solo enfrenta la competencia de grandes cadenas farmacéuticas, sino la indiferencia de un sector cada vez más joven que apuesta por lo inmediato y lo global, olvidando las raíces locales.
Esto plantea una reflexión crítica sobre el valor de lo tradicional frente a la modernidad. ¿Es posible seguir cultivando la memoria de una tradición medicinal que, a pesar de sus limitaciones, ha dado respuestas efectivas y humanas durante siglos? En un mundo cada vez más acelerado y globalizado, ¿es justo desestimar el saber de aquellos que, como Don Pascual, han dedicado su vida a un conocimiento que no solo cura el cuerpo, sino que conecta a las personas con su historia y su comunidad?
La lección que nos deja la historia de la Botica San Francisco de Asís es que el conocimiento no solo debe preservarse en libros o museos. Debe ser vivo, transmitido de generación en generación, adaptándose a los cambios sin perder su esencia. Los avances científicos y tecnológicos son indudablemente valiosos, pero no pueden ni deben arrasar con el legado cultural que nos ha dado identidad. La medicina tradicional, representada por figuras como Don Pascual, es parte de ese legado que debemos proteger y promover. Es una medicina de cercanía, de confianza, de memoria.
La Botica de San Francisco de Asís es más que un negocio; es un recordatorio de que la modernidad no debe llevarnos a la extinción de nuestras tradiciones. Más bien, nos invita a reflexionar sobre cómo podemos integrarlas de manera responsable, sin dejar de reconocer los avances contemporáneos. Al final del día, se trata de un balance entre lo nuevo y lo viejo, entre la ciencia y el arte de sanar que sigue vigente, por más que algunos lo quieran ignorar.
La sabiduría de Don Pascual no está solo en sus productos, sino en su capacidad para mirar al futuro sin dejar de honrar el pasado. Como nos dice él mismo, al entregar las recetas a su sobrino, «siempre hay algo que aprender, pero también hay algo que debemos transmitir». En ese acto sencillo y profundo, se resume la grandeza de un hombre y de una tradición que nunca debe desaparecer.