Socavón amenaza con devorar la casa de don Fidel en Tlalnelhuayocan

Juan David Castilla

A sus 70 años, Fidel Hernández Jiménez no solo sostiene las paredes de su casa, sino la esperanza entera de la privada Cuauhtémoc, en la localidad Rancho Viejo, municipio de San Andrés Tlalnelhuayocan, una zona conurbada con la ciudad de Xalapa, la capital de Veracruz.

Sus ojos, testigos de más de cuatro décadas en ese mismo suelo, miran con una mezcla de dolor y terquedad el abismo abierto a sus pies: un socavón que, desde 2021, tras el paso del huracán “Grace”, amenaza con devorar su hogar.

La casa de Fidel, cobijo de siete almas (cuatro adultos y tres niños, todos sus familiares), es la más vulnerable. Día tras día, el miedo se sienta a su mesa, intensificado con cada lluvia que cae.

“No podemos hacer nada nosotros», lamenta, y en esa frase resuena la impotencia de quien ha visto a sus autoridades dar la espalda.

Pero el miedo no lo ha paralizado. Con la dignidad de un patriarca, Fidel se ha convertido en el muro de contención humano de su comunidad. Se organizó con sus vecinos, rasguñando recursos donde no los hay para comprar tubería.

Con manos cansadas, pero firmes, canalizaron el agua, logrando frenar, con esfuerzo personal, lo que la inacción oficial permitió avanzar.

«Queremos que nos ayuden», suplica Fidel, pero en su voz no hay victimismo, sino la exigencia de quien ha cumplido con su parte.

Lucha para que el recuerdo de sus 40 años de vida no se convierta en escombros. Su verdadera batalla no es contra el deslizamiento de tierra, sino contra el olvido, intentando proteger el único patrimonio y refugio de su familia.

Don Fidel señala el tubo con su mano derecha, cuya inversión de 3 mil pesos e ingenio ha frenado lentamente el deslizamiento de la tierra, evitando el colapso de su vivienda.

La casa de él es una de las 13 que se localizan en la misma privada y que, en menor o mayor medida, peligran ante las inclemencias del tiempo, sin que el ayuntamiento de Tlalnelhuayocan haga algo al respecto.