Menú de una sola receta / Martín Quitano Martínez

Entre Columnas

Menú de una sola receta

Martín Quitano Martínez

La naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad

y abyectos y humildes en la adversidad.

Nicolás Maquiavelo

En el menú de la narrativa cuatroteista de la vida política y pública de nuestro país, solo hay una receta de la casa, es única. Contiene ingredientes que pueden ser manejados al gusto de quien la prepara y estará en la dimensión de los “clientes” a quien vaya destinado el platillo que tal receta contiene, sin embargo, más allá de las dosis y la pasión que se ponga en su elaboración, la receta no debe cambiar los ingredientes básicos.

Un primer ingrediente es la negación de todo lo que sea diferente a la realidad oficial. Otro ingrediente es el desprecio, la arrogancia ante las posturas de los opositores, de los que opinen o piensen diferente. Un ingrediente indispensable y apreciado es la ausencia de autocrítica ante los errores o malos comportamientos propios. En esta receta no puede faltar el ingrediente de sentirse parte de una moral humanista incuestionable y superior, ya que da el estatus de la virtud que solo ellos poseen. De requerirse, habrá que echar mano del ingrediente de acudir a echar las culpas de lo que sea al pasado, que funciona como fuga y refugio, haciendo hincapié en que la mención del pasado solo refiere a hechos de más de 7 años de antigüedad, de preferencia señalando al calderonismo y al neoliberalismo como fuentes inagotables de malignidad.

Será vital que en la receta no falten los mantras que sujetan la esencia espiritual cuatrotera. El primerísimo mantra del no, mentir, no robar y no traicionar. Otro será el mantra compañero de la “transformación”, de las acciones “inéditas”. Indispensable el mantra para el cuidado superior del líder, que repetidamente alude al honor que supone estar con Obrador.

Los aderezos que acompañan la receta se componen del autoritarismo, de la incompetencia, la prepotencia y la ignorancia, que sazonan esta composición culinaria de la política y de las razones públicas orgullosamente mostradas, donde solo la única verdad, la del cocinero tabasqueño, tendrá virtuosa trascendencia.

El platillo transformador se cuece en el horno de los odios y la polarización como método político y como forma de vida, alcanzada desde la condición de sublime insensibilidad que heredó el líder máximo y que tan fielmente se repite sin cesar desde la actual presidencia.

La receta del nosotros contra ellos les ha dado resultados. Allí están sus controles y rupturas de contenciones, allí la instalación de su santo oficio que define desde la máxima tribuna quien es bueno o quien malo, que es verdad o mentira, que es real o no, que es justo o injusto.

Los platillos con los cuales se debe dar la convivencia de nuestro país deben servirse sobre las recetas que parten de la visión de los que tienen la sartén por el mango y nadie lo debe poner en cuestionamiento o se llevará las reprimendas.

La persecución, las calumnias y las descalificaciones correspondientes, en la plenitud del pinche poder, diría el clásico, con una presidenta a la que los reclamos le hacen lo que el viento a Juárez, que ni ve, ni oye, solo se come lo que decidan que se ponga en la mesa, lo demás, pues no.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

La corrupción, la ignorancia y la incompetencia del “primer piso” de la administración “cuitlahuista”, han hecho un profundo daño a Veracruz y ya son del conocimiento nacional. Se le seguirá cubriendo o se actuará “caiga quien caiga”.

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