Doña Victoria vivirá complicada Navidad desde una colonia marginada de Xalapa

Juan David Castilla

En las calles de la colonia Humberto Aguirre de la ciudad de Xalapa, el ambiente navideño no llega con luces de colores ni banquetes extravagantes, sino con el eco de una realidad que doña Victoria García Miranda conoce bien: «el que puede, puede… y el que no, nada más ve».

A sus 68 años, Victoria no pide lujos, solo la tranquilidad de un techo que la resguarde de la lluvia y la compañía de su nieta de 11 años, a quien cría sola desde que la pequeña apenas tenía tres.

Para doña Victoria, la pobreza no es una circunstancia pasajera, sino una compañera de toda la vida. Con diez hijos y una historia de trabajo extenuante desde la infancia, su cuerpo ha comenzado a pasarle factura.

«Ayer sembré una plantita y con eso ya no dormí del dolor», confiesa con una voz cansada pero firme. El esfuerzo físico que antes era su motor, hoy es un recuerdo que duele en los huesos y en el pecho.

La Navidad en su hogar se vive bajo la filosofía de la conformidad y la fe. Mientras otros se preparan para grandes festejos, ella encuentra refugio en su templo evangélico. Evita las reuniones familiares marcadas por el alcohol, prefiriendo la paz de su fe y, si la suerte lo permite, la invitación de algún vecino bondadoso.

Los apoyos gubernamentales y las pequeñas aportaciones de sus hijos apenas alcanzan para la supervivencia diaria en un contexto donde «todo está muy caro».
Sin embargo, en medio de la carestía, Victoria no guarda rencor ni amargura. Su vida es un testimonio de resiliencia en una zona donde la celebración no se mide en regalos, sino en la capacidad de agradecer lo poco que se tiene.

A veces pasa varios días sin agua. Incluso, recolecta la que puede cuando llueve para satisfacer las necesidades básicas del hogar. La adulta mayor también la ve difícil porque el transporte público no ingresa a su colonia. El principal acceso es un camino de terracería difícil de transitar.

Para Victoria, la Navidad es simplemente un día más de confiar en lo que «Dios provea», mientras contempla, desde su humilde portal, el brillo lejano de un festejo que este año, como tantos otros, le tocará mirar de lejos.